La meditación con conciencia plena o atención plena – un sistema de meditación que aboga por total conocimiento del estado de las funciones corporales, los sentimientos y los pensamientos, originario en el budismo clásico – se ha relacionado con efectos benéficos en múltiples síntomas psiquiátricas, somáticos y relacionados al estrés. Los resultados positivos han alcanzado tal fama que muchos programas psicoterapeúticos han comenzado a recomendar esta práctica, estimulando a científicos en campos clínicos y de neurociencias a tratar de entender mejor de dónde salen resultados tan favorables.
Una conciencia plena implica dos componenter principales: primero, aprender a regular la atención para mantener las experiencia actuales en la mente; segundo, aproximarse a las experiencias con apertura, curiosidad y aceptación, sin importar cuánto nos gusten o qué tan valiosas las consideremos. La práctica constante, de acuerdo a los expertos, lleva a un enfoque automático del presente y provoca total visión de lo que uno está experimentanto en su cuerpo, su mente y desde el exterior. Sin embargo, esta visión simplemente acepta aquello que contempla y lo deja pasar para enfocarse en la siguiente experiencia, provocando menor sufrimiento por momentos desagradables al no aferrarse a ellos.
En 2011, un estudio entre la Universidad de Liebig y la Escuela de Medicina de Harvard demostró que la práctica de meditación con conciencia plena está relacionada con cambios plásticos en la corteza del cíngulo, ínsula, unión temporo-parietal y áreas fronto-límbicas (1). Lo que esto implica es que redes neuronales dedicadas al manejo de las emociones y de la atención se modifican con la práctica de meditación a conciencia plena. No todos los participantes tuvieron los mismos cambios: aquellos que eran novatos en las práticas meditacionales presentaron más actividad en las zonas frontales en comparación con los expertos con años de dedicación. De acuerdo a los investigadores, estas diferencias probablemente hablan de dos técnicas separadas para observar la emociones y sensaciones y dejarlas pasar. Los novatos requieren de más autocontrol pues es aún un proceso sumamente conciente, utilizando más intensamente áreas de decisión, como la corteza frontal. Los expertos, que probablemente tienen más cambios debido a la práctica continua, ya no requieren de autocontrol y simplemente pueden dejar ir de forma automática.
Pero la ciencia nunca está contenta con sólo observar cambios funcionales. Las razones detrás de esos cambio deben de ser encontradas. Afortudamente, actualmente contamos con técnicas para navegar en el mundo de las céculas y observar las alteraciones en sus genes, los directores principales de todos los cambios funcionales y estructurales que vemos a gran escala.
Una serie de estudios publicados en 2014 por el Dr. Richard J. Davidson (2), fundador del Centro para Investigar Mentes Sanas (inglés; http://investigatinghealthyminds.org/), demostraron que la meditación de conciencia plena puede provocar cambios epigenéticos que regulan genes implicados en inflamación. Estos genes son generalmente pro-inflamatorios, pero los meditadores muestran una regulación a la baja que reduce su activación y favorece la recuperación celular después de situaciones estresantes, como tener que hablar en público o realizar cálculo mental frente a una audiencia.
Los estudios epigenéticos de cualquier índole son aún asunto complejo. Si bien no hay duda que el ambiente provoca efectos en los genes que podrían o no ser hereditarios, los procesos específicos de estos cambios aún no se conocen. Para los no expertos en materia, la epigenética se dedica a entender los mecanismos por los cuales factores externos a un ser pueden afectar la forma en que sus genes se activan o inactivan y cuáles son las consecuencias de dichos cambios. Diferencias epigenéticas pueden explicar por qué algunos desarrollan adicciones de toda la vida tras probar una droga mientras que otros no, o por qué un trauma provoca problemas psiquiátricos en algunos mientras que otros los superan sin problema. En cuanto a los estudios del Dr. Davidson, lo más probable es que un efecto epigenético que aún no entendemos por completo esté relacionado con los resultados positivos provocados por la meditación. El hecho de que estos cambios ocurran en genes relacionados con inflamación relaciona a la meditación con uno de los mecanismos de daño asociados a estrés, lo que fortalece aún más los resultado previos en donde la meditación puede ser un excelente tratamiento psicoterapéutico.
Siguiendo esa línea de pensamiento, un reciente estudio publicado en Febrero del 2015 (3) observó los efectos de la meditación de conciencia plena en pacientes en recuperación por cáncer de mama. Específicamente, el estudio buscó cambio en los telómeros, un complejo de proteínas que forma una capa protectora en los extremos de los cromosomas (en donde se contiene en DNA que forma los genes). Cuando los telómeros se dañan, en DNA puede verse afectado, causando severas consecuencias que pueden llevar a la muerte celular. Si los telómeros se acortan, la célula disminuye sus capacidades de recuperación y los cromosomas pueden fusionarse unos con otros, lo que altera sus funciones (o de los genes que contienen). Muchas enfermedades, como diabetes, enfermedad cardiovascular, fibrosis pulmonar idiopática, o cáncer de mama, se han relacionado con telómeros más cortos.
Estudios recientes han demostrado que la integridad de los telómeros y de la enzima telomerasa – dedicada a cuidar de los telómeros – puede verse afectada influencias psicosociales, como el estrés. Tendría sentido pensar que mejor control del estrés se asocia con menos daño en los telómeros y mejor recuperación después de una enfermedad (que es un estresor importante), como cáncer de mama. Así que los investigadores siguieron a 128 mujeres que habían sufrido cáncer de mama y las dividieron en tres grupos: uno en donde practicaron meditación, otro en donde recibieron terapia con grupos de apoyo y otro sin ninguno de los anteriores como control. Las mujeres que practicaron meditación o estuvieron en un grupo de apoyo mantuvieron la longitud de sus telómeros durante los tres meses de seguimiento, mientras que las mujeres el grupo control sufrieron una disminución en su tamaño. Al mismo tiempo, la concentraciones de cortisol, una hormona ligada al estrés, se mantuvieron en niveles más saludables en los grupos en tratamiento contra el control.
Si bien este estudio aún tiene muchas preguntas técnicas y requiere de más exploración para obtener conclusiones seguras, la explicación más probable detrás de las diferencias encontradas probablemente se relacione con cambios epigenéticos. De nuevo, aún no sabemos a ciencia cierta con qué cambios, pero sí podemos asegurar que la meditación a conciencia plena – junto con otras prácticas relajantes, como el pertenecer a grupos de apoyo – se relaciona directamente con cambios en la funciones de varios genes ligados al manejo del estrés y es por consiguiente una buena recomendación para una vida más sana. Nuevas investigaciones tendrán que explicar mejor cómo se producen esos cambios y qué diferencia existen entre personas con diferentes antecedentes y ancestrías, pero, por ahora, esta autora les recomienda tratar de meditar a conciencia plena unos cuantos minutos al día. Al fin y al cabo, si uno aprender a dejar ir las emociones inconvenientes, qué no es de entrada una buena idea?
- Hölzel et al., 2011. How does midfulness meditation work? Proposing mechanisms for action from a conceptual and neural perspective. Perspectives on Psychological Science, 6(6); 537-559.
- Davidson et al., 2014. Rapid changes in histone deacetylases and inflammatory gene expression in expert meditators. Psychoneuroendocrinology, 40; 96-107.
- Carlson et al., 2015. Mindfulness-based cancer recovery and supportive-expressive therapy maitain telomere length relative to controls in distressed breast cancer survivors. Cancer 476-484.