La memoria como un dominio vulnerable a los trastornos del sueño

Si tuviéramos que nombrar una serie de capacidades cognitivas con las que cuenta el ser humano en su vida cotidiana no dudaremos en mencionar algunas como las funciones ejecutivas, la atención, habilidades visoespaciales, etc. Todas ellas son igualmente importantes, aunque hay una que es bastante curiosa debido que permite al cerebro humano recordar y evocar concientemente tanto eventos pasados, asociaciones entre ellos, palabras y movimientos corporales, ella es la memoria.  
La memoria se define como la capacidad de un organismo de codificar, almacenar y recuperar información (Fieldman, 2005, pág.121). Este dominio cognitivo halla su soporte en diversas zonas del sistema nervioso central que interactúan entre sí posibilitando su correcta función. Las estructuras cerebrales asociadas obviamente siempre dependerán del tipo de memoria de la que estemos hablando (explícita, implícita, episódica, etc.) siendo algunas de estas el hipocampo, corteza pre-frontal,  cerebelo, amígdala, etc.
El campo del estudio de la memoria ha estado ocupado por personalidades de diversos campos como Hermann Ebbinghaus, Eric Kandel, Frederic Bartlett, Karim Nader, entre muchos otros investigadores en áreas como medicina, biología, psicología, etc. Gracias a ello es que cada vez hemos conocido un poco más acerca de la relación entre cerebro y funciones cognitivas complejas.
Una vez aclaradas algunas ideas acerca de cómo nuestro conocimiento puede ir asociando a la memoria con el cerebro,  donde no solo es observable sino que es sometible también a diversas investigaciones en el área.
 

¿Qué es un trastorno del sueño?

Podemos decir que son básicamente cambios o alteraciones en los ciclos de vigilia y sueño abarcando una amplia gama de síntomas y factores que los generan.
En este artículo no se pretende abarcar todos ni hacer un estudio en profundidad acerca de cuáles son los trastornos que tienen implicaciones más graves, por lo tanto me dedicaré a uno particular pero muy presente en nuestra sociedad, el insomnio. Al hablar de él particularmente no se puede decir sino decir que es la incapacidad de poder conciliar el sueño durante largos periodos de tiempo estando presente o no la sensación de cansancio o fatiga, es reconocido como uno de los trastornos de sueño más habituales y sus factores etiológicos son de lo más variado (Sarrais & Castro, 2007).

Cotidianeidad y factores exógenos ¿Nos predisponen a padecer insomnio? Un sí y un porqué

En vez de comenzar a enumerar las pautas para el diagnóstico me pareció que sería adecuado pensar acerca de cuáles son aquellas cosas que tienen que ver con la cotidianeidad como los dolores crónicos o distintos trastornos de otro tipo, que nos predisponen a padecerlo, cabe destacar aquí dos que considero relevantes:

  • Consumo de psicofármacos: En particular un grupo de ellos denominado Benzodiacepinas que se encargan de generar un efecto sedante en pequeñas dosis y si se ingieren en dosis masivas generan un efecto narcótico (inducen al sueño). Pongamos el freno aquí… ¿Cómo se supone que fármacos como el Clonazepam que se espera generen narcosis (nos hacen dormir) sean un factor tan renombrado entre los causantes del insomnio? Explicado de manera muy sencilla y general, nuestro cerebro tiende siempre a reducir por mecanismos de “adaptación neural” todo cambio que en él se imponga, en este caso estamos hablando de drogas que se encargan de cumplir una función inhibitoria en todo el cerebro para que sea más fácil conciliar el sueño, por ende mediante esta adaptación nuestro sistema nervioso usará mecanismos que tiendan a poner en acción la excitación nerviosa (el proceso exactamente opuesto) para recuperar la homeostasis. Por ahora todo estaría bien pero el problema ocurre cuando estos generan tolerancia en una persona y por un motivo u otro se debe suspender el fármaco. Solo nos quedamos con un cerebro que está generado estados de excitación sin nada que se le oponga, ahí es donde el insomnio entra en escena.
  • Ansiedad: Aquí la verdadera cuestión es… Si ella nos puede predisponer a tener un trastorno de sueño ¿Qué podría generarla? La respuesta sería demasiado larga para esta nota debido que podemos encontrar desde situaciones de conflicto familiar hasta problemas de adicción a alguna sustancia psicoactiva, lo cual tiene entre medio un amplio abanico de factores. Entonces enfocaremos nuestra atención en uno particular, que es el estrés en situaciones de exigencia tanto laborales como académicas, vemos en esto que podemos pensar en muchas perspectivas, tanto una ecológica como personal y social en la cual nos llevamos a pensar acerca de cuál es la lógica subyacente a este tipo de estrés que es un síntoma concurrente en los países industrializados en donde una lógica de producción y mérito laboral predomina afectando los patrones de sueño de las personas para ser más competitivos en diversos ambientes de trabajo.

Glidewell y colaboradores (2015) publicaron un artículo científico que trataba sobre las interacciones complejas que hay entre ansiedad e insomnio, planteando entre varias aclaraciones que podría tratarse de un riesgo bidireccional y recíproco en tanto la ansiedad aumenta las chances de ser diagnosticado con insomnio y la gravedad de la misma está relacionada con la severidad del insomnio, mientras este trastorno del sueño aumenta el riesgo de adquirir trastornos de ansiedad.

Figura 1.Inicio del insomnio en relación con el inicio del primer trastorno de ansiedad, el 43% de la muestra con trastornos de ansiedad indicó haber tenido problemas para dormir luego de ser diagnosticada. (Extraído de Ohayon MM, Roth T., 2003)

Sueño y memoria

Dentro de la bibliografía científica que podemos tomar para comenzar con esta relación entre memoria y sueño comentaré brevemente algunas conclusiones a las que llegaron trabajos llevados a cabo por investigadores en el área tanto en humanos como en modelos animales que afirman un efecto beneficioso del sueño en la memoria tanto declarativa como procedimental sin prácticamente nada de evidencia presentada del proceso opuesto (Marshall; Born, 2007); (McClelland, 1995); (Robertson,Pascual & Miall, 2004); (Morgado, 2005).
Cabe aclarar que aquí sólo especificaremos acerca de ciertos tipos de memoria y su relación con algunas áreas que se ven comprometidas en ellas, primeramente hablaremos del hipocampo (área fundamental para el estudio del aprendizaje y la memoria declarativa) y cómo la privación prolongada de sueño puede afectarlo, mediante una investigación en donde entre las conclusiones a las que se abordó se encontraba que una sola noche de privación del sueño produce un déficit significativo en la actividad del hipocampo durante la codificación de la memoria episódica (aquella que se encarga de las experiencias personales) lo que resulta en peor retención posterior de la misma (Yoo y cols.; 2007). Otra área que se ve asociada a la memoria, y ampliamente comprometida por un trastorno de sueño como el insomnio, es la corteza prefrontal, se observó que en comparación con los controles, pacientes con insomnio mostraron una baja activación de las áreas corticales prefrontales (Smith, 2001); por último podemos contar con el lóbulo frontal como área fundamental asociada a la memoria de trabajo (encargada de retener información en periodos cortos de tiempo) que tiene una fuerte repercusión en nuestro día a día debido a que se utiliza más veces de las que pensamos (Altena y cols., 2008).
Una vez presentados estos datos que si bien son cortos debido a la extensión del artículo podemos obtener cierta base a lo que se plantea permitiéndonos decir que en nuestra vida cotidiana se presentan una serie de alteraciones que pueden llegar a generar estados de estrés y ansiedad. Ellos a su vez nos predisponen a padecer alteraciones en patrones que consideramos normales, en este caso hablamos del sueño pero podrían ser otros como por ejemplo la ingesta normal de alimentos, hábitos variados como el ejercicio, etc.  que no nos llaman inmediatamente la atención pero que repercuten de manera significativamente negativa en nuestro cerebro y por ende en nuestra salud y rendimiento.
 
La versión ampliada de este texto puede encontrarse en el siguiente enlace:
https://docs.google.com/document/d/1o29uB-vxsDedTQSTTxxCkn4N040-5ZNIsBHomLhlTk0/edit?usp=sharing
 

Referencias:

1-  Feldman, Robert. “Psicología con aplicaciones a los países de habla hispana” (2005) . México: McGraw Hill. Interamericana.
2-  F. Sarrais, P. de Castro Manglano.“The insomnia” (2007) Departamento de Psiquiatría y Psicología Médica. Clínica Universitaria de Navarra. SciELO .
3-  Robert N. Glidewell, PsyD, CBSMa, E. McPherson Botts, PsyDc, William C. Orr, PhD. “Insomnia and anxiety diagnostic and management implications of complex interactions”Sleep Med Clin  – (2015) -–-Elsevier Inc.
4-Fig. 1 extraida de  Ohayon MM, Roth T.Place of chronic insomnia in the course of depressive and anxiety disorders. J Psychiatr Res 2003;37:9–15.
5- Marshall, L. & Born, J. “The contribution of sleep to hippocampus-dependent memory consolidation”. Trends Cogn. Sci. 11, 442–450 (2007).
6-Robertson, E. M., Pascual-Leone, A. & Miall, R. C. “Current concepts in procedural consolidation”. Nature Rev. Neurosci. 5, 576–582 (2004).
7-Smith, C. Sleep states and memory processes in humans: procedural versus declarative memory systems. Sleep Med. Rev. 5, 491–506 (2001).
8-  Seung-Schik Yoo, Peter T Hu, Ninad Gujar, Ferenc A Jolesz & Matthew P Walker“A deficit in the ability to form new human memories without sleep”. Nature Neuroscience vol. 10  Number 3, (2007).
9- Ellemarije Altena; Ysbrand D. Van Der Werf, PhD; Ernesto J. Sanz-Arigita, PhD; Thom A. Voorn, MS; Serge A.R.B. Rombouts, PhD;Joost P.A. Kuijer, PhD; Eus J.W. Van Someren, PhD. “Prefrontal hypoactivation and recovery in insomnia” SLEEP, Vol. 31, No. 9, (2008).
10- I. Morgado “Psicobiología del aprendizaje y la memoria:fundamentos y avances recientes” REV NEUROL 2005; 40 (5): 289-297. 
11- McClelland, J. L., McNaughton, B. L. & O’Reilly, R. C.”Why there are complementary learning systems in the hippocampus and neocortex: insights from thesuccesses and failures of connectionist models of learning and memory”. Psychol. Rev. 102, 419–457 (1995).

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