La resistencia a los antibióticos, una emergencia ignorada.

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Pocos temas son de mayor importancia que el continuo surgimiento de resistencia bacteriana a los antibióticos. Es cierto, no es el centro de atención como lo es el cáncer, ni hay campañas internacionales para combatir su aparición, como si las hay para la enfermedad de Alzheimer y el autismo. Sin embargo, es una lucha que cada año perdemos. El ritmo de aparición de bacterias multirresitentes a los tratamientos es mucho mayor que la aparición de nuevos antibióticos.
En las décadas de 1940 y 1950 era tal el optimismo con respecto a la aparición de nuevos antibióticos que se llegó a anunciar que para el año 2000 ya no existirían las enfermedades infecciosas… evidentemente no fue así.
¿El problema de la resistencia bacteriana es algo novedoso? No, en una entrevista de The New York Times, realizada en 1945, Sir Alexander Fleming ya denotaba preocupación por el uso indiscriminado de penicilina, él creía que esto podría generar la aparición de bacterias resistentes a ese antibiótico, lo cual resultó cierto poco tiempo después.
La industria farmacéutica respondió aumentando el aislamiento, síntesis y uso (igualmente indiscriminado) de cuanta sustancia con acciones antimicrobianas encontraran. La creación del 90% de los antibióticos que poseemos hoy en día data de estas primeras décadas.
Pero pasaban los años y la resistencia seguía apareciendo, pronto se volvió más difícil la síntesis de nuevos antibióticos, y las bacterias parecían más hábiles en destruirlos, evitarlos o simplemente ni siquiera prestarles atención. Se había generado una presión selectiva, se seleccionó de forma “Darwiniana” a las mejores bacterias.
Hoy en día los datos son simplemente alarmantes, se calcula que para el año 2050 habrá más muertes por enfermedades infecciosas que por cáncer. ¿Podemos prevenirlo?
La empresa se vislumbra compleja. En primer lugar pareciera que hay que romper tabúes y desinformación sobre la terapéutica antimicrobiana. Conceptos, que si bien no son ciertos, fueron tan difundidos e impregnados en la sociedad que incluso los médicos los consideran hechos científicos.
 ¿Cómo adquieren las bacterias esta resistencia?
Para contestar esta pregunta imagine el lector que se encuentra con un equipo en la Antártida investigando bacterias que no han tenido contacto con los humanos en por lo menos unos cuantos miles de años. Usted logra aislar una bacteria y ¡sorpresa! resulta ser resistente a distintos antibióticos. ¿Cómo es que esta bacteria que no ha tenido contacto con los humanos y mucho menos con los fármacos antimicrobianos ya posee resistencia contra ellos?
Las bacterias pueden poseer una resistencia ubicua e innata, las mutaciones en su genoma a lo largo de millones de años han generado que una pequeña fracción de estas bacterias posean mecanismos para defenderse de los antimicrobianos. De hecho, es probable que su principal función ni siquiera fuera ésta en un principio. Puede que dichos genes codifiquen para proteínas que favorezcan el crecimiento de las bacterias en su medio natural y que (además) le sirva para deshacerse de las moléculas que intentan destruirlas (los antimicrobianos). Además, recordemos que otros organismos como hongos e incluso algunas bacterias secretan antibióticos naturales para deshacerse de sus vecinas y así prevalecer sobre ellas, estas sustancias presionaron a las bacterias durante millones de años para crear mecanismos de defensa.
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 La presión selectiva.
¿Qué está ocurriendo desde que se inventaron/descubrieron los antibióticos?
Consideremos que una persona tiene una población de 1,000 bacterias en la vía respiratoria (la cifra real es exorbitantemente mayor), de esas bacterias 100 son resistentes a la penicilina y 50 son resistentes a la penicilina y a la eritromicina. Esa persona se enferma de faringitis y acude con el médico el cual receta penicilina. La penicilina destruirá a las 850 bacterias susceptibles a ella (con lo que “curará” la enfermedad); sin embargo, dejará vivas a las 150 que son resistentes. Ahora estas bacterias resistentes se reproducirán y serán mayoría en la vía respiratoria de esta persona. Imaginemos que regresa después de unos meses con un nuevo cuadro infeccioso, el médico ahora decide recetar eritromicina…y sucede lo mismo, solo que ahora solo perdurarán las bacterias resistentes a eritromicina (que además ya eran resistentes a penicilina). El resultado final: una población de bacterias resistentes a distintos antibióticos. A esto se le llama presión selectiva.
La cosa no acaba así, recuerde el lector que los antibióticos se diseminan por todo el cuerpo, lo que implica que uno no solo está seleccionando las bacterias resistentes de la vía respiratoria ¡sino de cualquier parte del cuerpo!
Además, mientras mayor sea el espectro bacteriano de un medicamento más especies de bacterias resistentes “seleccionará” ; lo que sucede con frecuencia en las terapias intensivas de los hospitales.
Uno de los tabúes más arraigados en la cultura médica es que si uno no da el máximo tiempo posible un antibiótico “hará a las bacterias resistentes”. ¿Esto es cierto? En realidad no, la IDSA (Infectious Diseases Society of America) recientemente ha recomendado que en caso de ser posible se recorten los tiempos tratamiento antibiótico al mínimo, con la finalidad de reducir la presión selectiva.
También habiendo aprendido esto resulta evidente que los antibióticos de amplio espectro no son por fuerza mejores que los de espectro reducido (dependiendo de la enfermedad). Para lo que si son mejores es para seleccionar a más especies de bacterias resistentes en todo el cuerpo. De hecho, las guías contra la resistencia antimicrobiana de la OMS recomiendan que en cuanto un análisis microbiológico nos especifique la bacteria que produce la infección, el médico reduzca el espectro de tratamiento al mínimo necesario para combatir la enfermedad.
Entonces, es necesario destacar que no por ser más nuevo o de mayor espectro un fármaco antimicrobiano es mejor. Recetar ceftriaxona (antibiótico de amplio espectro) para faringitis bacterianas es completamente innecesario, se deben de conocer las indicaciones específicas de cada enfermedad infecciosa. Peor aún, se ha calculado que el 10% de todos los antibióticos utilizados a nivel mundial son recetados para enfermedades respiratorias de ¡origen viral!
¿Todo lo anterior quiere decir que las bacterias no “aprenden” a defenderse de nuestros antibióticos? La respuesta es no. Sí desarrollan esa cualidad y además son capaces de compartirla.
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¿Son capaces las bacterias de aprender a defenderse?
Aunque los expertos han discutido mucho sobre el tema la respuesta aún no está completamente formulada. Todo parece indicar que la presión selectiva no explica completamente la incomparable aparición de bacterias multirresistentes en todo el mundo.
Se ha descrito que al dar antibióticos presionamos a las bacterias a utilizar genes que de otra forma no usarían. Estos genes les confieren la capacidad de sintetizar proteínas que:

  • Degraden los antibióticos, el ejemplo más común es la beta-lactamasa (destruye los antibióticos betalactámicos como la penicilina y las cefalosporinas).
  • Puedan expulsar los antibióticos, son proteínas que funcionan como bombas de eflujo (cuando el antimicrobiano entra en la bacteria lo sacan y no le permiten realizar su función).
  • Sustituyan las proteínas que usualmente son afectadas por el antibiótico, esto quiere decir, adquieren la capacidad de ignorar el tratamiento.

Además las bacterias tienen la capacidad de compartir con otras bacterias los genes que les son útiles para sobrevivir a los antibióticos; prácticamente hacen un trabajo en equipo. ¿Cómo comparten esta información? Mediante 3 mecanismos…

  1. Conjugación. Usando unas diminutas prolongaciones llamadas pilis pueden intercambiar unos paquetitos de información genética llamados plásmidos (la imagen del artículo muestra este proceso).
  2. Transformación. Al morir una bacteria pasa su información genética a otras vecinas (prácticamente un testamento).
  3. Transducción. Un pequeño virus infecta a la bacteria, toma un poco de su información genética y al infectar a otra bacteria le comparte la información.

La situación se complica, no solo creamos una presión selectiva para dejar vivir a las bacterias más resistentes, sino que estas tienen la capacidad de compartir sus mecanismos de defensa con otras menos afortunadas.
Hay muchas acciones que debemos comenzar, una de ellas es la de informar sobre la situación y mecanismos de resistencia bacteriana tratando de disuadir el uso inadecuado de fármacos antimicrobianos. Por otra parte la industria farmacéutica está realizando un esfuerzo redoblado para sintetizar nuevos fármacos, con mecanismos de acción no explorados previamente. Esta batalla aún no termina.
Sinapsis MX.

3 comentarios en “La resistencia a los antibióticos, una emergencia ignorada.”

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